miércoles, 15 de diciembre de 2010

Arquitectura y cine. Portmeirion (Gales) - The Prisoner

Portmeirion es un turístico pueblo en Gwynedd , Gales del Norte. Fue diseñado y construido por Sir Clough Williams-Ellis, entre 1925 y 1975 imitando el estilo de un pueblo italiano.
Portmeirion ha servido como sede de numerosas películas y programas de televisión, su presencia mas destacable fue en la serie de culto The Prisoner (1967).
En la serie vemos a Patrick MacGoohan (numero 6) un agente del gobierno británico presentando (sin razón conocida) su renuncia. Al llegar a su casa el ex agente es narcotizado y secuestrado. Cuando se despierta se encuentra con que esta en La Villa (The Village), una especie de balneario, habitada por hombres y mujeres aparentemente felices. Pero no todo es lo que parece y ya desde el primer capitulo comienzan los problemas que se extenderán a lo largo de la serie, descubriendo que la Villa no es otra cosa que una suerte de sofisticada cárcel para prisioneros.
En cada uno de estos episodios, con una estética entre futurista y "retro", nos introducimos en el absurdo cotidiano de la Villa. Un lugar donde cualquier mañana se puede encontrar algo diferente, un día la Villa esta totalmente desierta, otro dia se convierte en una ciudad del oeste americano o tal vez justo ese día haya elecciones para elegir al nuevo número 2. En todo caso sabemos que nos encontraremos con alguna historia cargada de ironía y en definitiva con una mordaz visión de la sociedad moderna.




























Sir Clough Williams-Ellis


 




lunes, 13 de diciembre de 2010

Phonografias por Tomas Serrano

















































"Phonografias" realizadas en Madrid con un telefono movil desde el autobus.
Tomas Serrano y otros artistas exponen el dia 16 de diciembre en espaciovalverde (Valverde 30, patio. 28004 Madrid)

domingo, 12 de diciembre de 2010

Error de apreciación, por Rebeca Perkins

17348


Para Carlos aquel era el día más importante de su vida, por fin después de mucho estudiar y trabajar, lo había conseguido. Notaba como el sudor manaba de sus poros y lo empapaba por completo, así no podía ir a trabajar, tenia que tranquilizarse, la primera impresión para él siempre fue definitiva y estaba convencido que así lo era también para los demás.

Se metió de nuevo en la ducha y esta vez puso toda su confianza en un nuevo desodorante antitranspirante, si era la mitad de bueno que prometía el anuncio todo estaría bajo control.

El galán de noche le esperaba con su traje listo, había pasado tres horas eligiéndolo. Como si se tratara de un ritual se vistió despaciosamente, había sido una suerte encontrar aquella tiendecita de corbatas, sin duda alguna, no hay nada que distinga más a un hombre que su corbata, la que él eligió para ese día era de seda salvaje, azul, si uno necesita más palabras para describir una corbata, es que erró en la elección.

Media hora después estaba atravesando la puerta del despacho de su nuevo jefe, tras una breve y educada conversación de bienvenida le acompaño hasta el que era su nuevo feudo, un pequeño edificio anexo que contenía los archivo centrales de la policía. Ser el responsable de aquel lugar había sido su sueño en los últimos diez años, no podía concebir como demonios se podían perder pruebas, estropear por la humedad… estaba decidido a acabar con todo aquello.

Paso el resto del día inspeccionando sus nuevos dominios, pasillos y pasillos llenos de cajas, interminables lineales de ficheros esperando la informatización, y unas enormes cámaras frigoríficas guardando las muestras de los casos más recientes. Cuatro plantas completas de información. En la primera planta estaban las oficinas, en ellas un solo despacho, el suyo, amplio y bien iluminado, el resto de los funcionarios trabajaban en una sala diáfana que  podía controlar perfectamente de un solo vistazo, eso le gustaba especialmente.

Le presentaron a su nuevo personal, todos parecían personas capaces y dispuestas a trabajar duro, mejor así Carlos no toleraba la ineptitud y menos aun la laxitud. Parecía que las cosas estaban saliendo a la perfección, se sentó en el sillón y hecho una larga mirada a su nuevo despacho, respiro hondo abrió uno de los cajones, y cuando se disponía a sacar una carpeta se abrió la puerta, una pequeña cara redonda y colorada se asomo por la rendija, un hombrecillo sonriente le pedía permiso para entrar. Sus ojos fueron directos a la corbata que asomaba como una lengua… que decir de ella, era roja, de un tejido no apreciable a simple vista (alto porcentaje acrílico, seguro), tenia unos dibujitos ínfimos de colores chillones: patos, perros… en fin un horror y por supuesto el nudo estaba a medio deshacer.


Un segundo después se vio ante un hombre mediano y regordete que vestía un traje en el que alguien había puesto tanto empeño en planchar como aquel tipejo en arrugar. No parecía muy cuidadoso y sin embargo su sorpresa fue mayúscula al llegar a los zapatos. Aquellos zapatos valían más que su traje nuevo, eran absolutamente impresionantes, hechos sin duda a medida; de una elegancia sublime e impecablemente abrillantados, aquel era el trabajo de un avezado limpiabotas.

No pudo evitar odiar profundamente al hombre que tenía delante.

-          Si le gustan le puedo dar el nombre de mi zapatero, es el mejor de la ciudad, no me calzo nada que no haya pasado por sus manos.

Carlos sintió un escalofrió, no solo por haber sido pillado in fraganti, sino también por la voz del sujeto, era la voz de un declamador profesional, clara, redonda, absolutamente varonil, de donde demonios la sacaba, su odio hacia el crecía.

-          Me ha pillado usted admirando sus zapatos, son realmente bonitos, quizá acepte su ofrecimiento. Soy Carlos Núñez, el nuevo director de los Archivos Centrales de la Policía – dijo alargando la mano hacia el odiado desconocido.
-          Yo soy, Roberto Mañas, soy inspector de policía, trabajo en el archivo revisando los casos viejos no resueltos, por si existe la posibilidad de volverlos a abrir. Mi compañero y yo tenemos nuestra guarida en el sótano. Espero que no le molestemos demasiado con nuestras cosas, en ocasiones podemos llegar a ser un poco pesadillos.
-          No tenía ni idea de que había alguien ocupado en semejante labor, debe ser muy compleja. Sobre todo si no han aparecido nuevas pruebas. La verdad es que no tengo muy claro que su trabajo sea de mucha utilidad. Pero no tendremos  ningún problema mientras hagamos las cosas de manera ordenada y la colaboración sea absoluta por su parte.
-          Por supuesto, puede contar con ella, en cuanto a la utilidad de nuestro trabajo… nadie sabe…realmente acabamos de empezar no llevamos todavía una semana, aun no hemos empezado con el primer caso… pero ya se vera.
-          Ya me ira informando de sus progresos, si no le importa tengo mucho que hacer - lo primero que pensaba hacer era interrogar a su superior sobre aquellos dos intrusos.

El inspector Mañas ni si quiera se movió le miro a los ojos y le dijo:

-          Cuando hable con sus jefes – mierda había vuelto a hacerlo- le dirán que nosotros no tenemos porque informarle de nuestros progresos – la voz se hizo aun más redonda y varonil- que pase un buen día.

Sin duda aquel tipo iba a ser una piedra en su zapato. Dios como lo odiaba.


Roberto bajo las escaleras canturreando una vieja copla, cuando entro en el despacho Marcos le miro y sonriendo abiertamente le dijo.

-          Parece que un enorme gato gordo se ha comido a un gorrioncillo de un solo bocado. ¿me equivoco?
-          Que cosas tienes, acabo de conocer al nuevo director, eso es todo.
-          ¿Y que tal?
-          Quiere que le informemos de nuestros progresos.
-          ¿Tan mal?
-          Bueno ¿que? ¿empezamos ya con el primer caso? - llevaban toda la semana ordenando papeles e intentando reunir todos los archivos que correspondían a aquel primer caso que se disponían a reabrir, estaba impaciente por empezar- a este paso me jubilo y ni siquiera hemos abierto una carpeta.
-          Vale. Aquí esta todo, informe de la policía y del forense.
-          Pues nada a leer. En voz alta y clara ¡eh!
-          Joder pues léelo tú que pareces un puto comentarista de radio.
-          Cuidado con esa lengua jovencito o tendré que lavártela con jabón, y empieza a leer.

El caso databa de treinta años atrás, en plena recesión económica los empleados de una de las fabricas más grandes de la ciudad deciden ir a la huelga. Las semanas se suceden la situación es desesperada, algunos hombres no pueden mantenerse así ni un día más, sus familias tiene que comer. Cada vez el número de esquiroles es mayor, una fría mañana de enero el principal cabecilla del sindicato es encontrado muerto en un callejón, tenía un disparo en el pecho. Algunos pensaron que había sido la empresa, otros una posible guerra de poder en el sindicato, los menos miraban con recelo a los esquiroles, pero nunca se encontró al culpable.

Las declaraciones:

·         La empresa: una pena, era un hombre capad e inteligente, estaban seguros de poder alcanzar un acuerdo con él en breve. No les interesaba su muerte en lo más mínimo. Coartadas de sus matones al día, y todo aparentemente en orden.

·         El sindicato: era una de las piezas claves del movimiento, nunca habría cejado en su empeño por conseguir lo mejor para sus camaradas,  un gran trabajador, integro y amante de su familia. Estaban seguros de que él podría haber conseguido un acuerdo. Su muerte no les interesaba para nada. Coartada de sus matones al día y todo aparentemente en orden.

·         Esquiroles: admirado y querido, él fue el que les había tratado con mayor consideración y comprensión, nunca les hecho en cara su comportamiento. Estaban avergonzados de su actitud pero la vida es muy dura… Coartadas de sus matones al día y todo aparentemente en orden.

·         Familia: amantísimo padre y esposo, excelente hijo y adorado hermano, era sin duda el orgullo de una pobre y honrada familia trabajadora. Aquello representaba para todos una enorme tragedia. Coartadas al día y todo aparentemente en orden.

La autopsia:

·         Causa de la muerte: destrozos masivos en el corazón provocados por la impacción (al oír la palabra Roberto sonrió, hacia mil años que no la oía desde que salio de la academia) de un proyectil de bajo calibre en el mismo.

·         No había ningún signo de violencia externo o interno, a excepción claro del pequeño agujero de la bala.

Datos destacables de la investigación:

·         El callejón donde lo encontraron era especialmente poco transitado, nadie sabia que hacia allí la victima.

·         Nunca se encontró el arma.

·         La policía había investigado un posible robo: descartado, sus pertenencias estaban: el reloj, su pañuelo bordado, un paquete de tabaco, el mechero de gasolina, unas pocas monedas, y su cartera con su permiso de conducir, la foto de su familia y un calendario lleno de días tachados en rojo. Su mujer declaro que en los últimos tiempos eso era todo lo que llevaba en la misma.

·         Investigaron también una posible muerte fortuita (¿que tiene de fortuito un tiro en el corazón?), un error, …

·         Limpio de drogas y deudas de juego, sin amante reconocida ni reconocible.

Bueno ¿por donde demonios se podía empezar?, rebusco en la caja y algo le sorprendió, en el fondo había una bolsa con las pertenencias del muerto, en si mismas no se las podía considerar pruebas, y no tenían valor para la investigación, ¿por que no se las habían entregado a su mujer una vez examinadas?, una nota pegada a la bolsa aclaro la pregunta “no reclamadas”. Eso le pareció raro ¿que amante esposa no reclama las cosas de su marido?, abrió la bolsa que olía a polvo añejo y saco la cartera de su interior. En ella seguían el carné, el calendario y la foto (su mujer era más fuerte, más alta y mucho más guapa que él, los niños por fortuna se parecían a su madre), pensó que en aquella cartera faltaba algo más que el dinero que se había llevado la huelga.

Rebusco por el fondo de la caja y en la bolsa, nada mas… ¿Quién ha visto alguna vez un sindicalista como aquel sin el carnet del sindicato?...

Hecho un vistazo a la foto (solo una) del cadáver, con un solo vistazo se dio cuenta de que no lo habían matado en aquel callejón, lo habían dejado allí y no con mucho cuidado, justo al lado de un cubo de basura, alguien odiaba a ese hombre.

-          Localízame a la familia de… Federico Ruiz Díaz.
-          ¿Vas a visitarlos?
-          Si, quiero hablar especialmente con su mujer.
-          Eso si esta viva, cuando el marido murió tenía ya cuarenta años, debe andar por los setenta y tantos.
-          La esperanza de vida de las mujeres es de ochenta y cinco, y yo nunca la pierdo.
-          ¿El que?
-          La esperanza – por eso mismo había pedido el traslado a ese puesto, en cuanto oyó que querían abrir aquella brigada supo que él era la persona adecuada, en homicidios se estaba quemando y se perdía entre los nuevos descubrimientos y las jergas de laboratorio, aquel era el lugar perfecto para pasar los últimos años en el cuerpo.

Unos minutos enganchado a su ordenador y Marcos sabía donde vivían los Ruiz, a que se dedicaban e incluso se había bajado de Internet unas fotos de la familia al completo en la celebración del nacimiento de la primera biznieta de Clara Pérez esposa del finado.

-          Dame diez minutos más, y te digo la marca de calzoncillos que usa el hijo.
-          Si me dices la del padre me habrás impresionado de verdad.

La señora Pérez Fernández viuda de Ruiz Díaz (dios cuanta z), vivía con su hija en un chalet a las afueras de la ciudad. Sufría de fuertes dolores de ciática y tenia algún problemilla con el hígado. Pero su mente era clara y recordaba con total exactitud todo su pasado, aquella hermosa mujer se había convertido en una anciana adorable.

La hija les dejo solos a petición de la madre, y entonces Roberto mirándola fijamente pregunto.

-          ¿Por qué lo mato?

Ella lo miro un segundo antes de contestar, en el fondo de aquellos ojos negros, tristes y cansados, reapareció la mujerona de la foto.

-          El muy canalla iba a vendernos. Aquella noche llego contándome que le habían ofrecido un dineral por acabar con la huelga, y por supuesto pensaba aceptar. Todos estábamos sufriendo y el iba a traicionarnos. No hubiera podido volver a mirar a ninguno de nuestros compañeros a la cara sabiendo la verdad.
-          ¿De donde saco la pistola?
-          Era suya, la compro cuando empezó la huelga, era un cobarde, nadie nunca le habría puesto en la situación de tener que usarla.
-          ¿Lo llevo sola al callejón?
-          En aquella época hubiera podido cargar con dos como él, hoy sin embargo no puedo ni con un vaso de agua.
-          Usted tenia una coartada, ¿Quién sabia que fue usted? ¿Quién la protegió?
-          Nadie lo sabía… nadie, le dije a la policía, que había estado toda la noche en la cama con jaqueca, como no había otro adulto en casa ni siquiera se plantearon que yo pudiera dejar a mis hijos solos. Fue la única vez en mi vida.
-          Tengo una curiosidad, había algo más en su cartera ¿verdad?
-          Sí, su carne del sindicato, no podía dejarlo allí, mis padres y los suyos llevaron en su cartera aquel mismo carne, yo llevo aun el mió y también mis hijos, él no era digno. Puedo preguntarle yo ahora algo.
-          Por supuesto.
-          ¿Cómo lo ha sabido?
-          No lo sabía.
-          Y ahora ¿qué?
-          Y ahora nos tomamos una limonada en la terraza y me cuenta usted  a que se dedican sus nietos.
-          ¿Y él?
-          Que descanse en paz.

 Mientras volvía al despacho en su coche, pensaba que aquel nuevo trabajo le iba a encantar y la utilidad del mismo la probaba la agradable tarde que acababa de pasar. En cuanto a la justicia,… bueno es un concepto difícil de definir.

Le contó todo a Marcos, nunca había tenido secretos para su compañero, fuera quien fuese, estuvo de acuerdo con cerrar el caso por falta de pruebas.

-          Que conseguimos con contarlo.
-          Nada. Por cierto lo olvidaba el estirao quiere hablar contigo.
-          ¿Quién?
-          El nuevo dire, el estirao. ¿Qué querrá?
-          Supongo que comprobar si seguimos aquí desordenándole el archivo.
-          Pues para que no diga voy a archivar definitivamente el caso 17348.
-          ¿Por qué hemos empezado por ese?
-          ¿Por qué no?

Definitivamente le gustaba aquel chaval.



Relato perteneciente a la novela Error de apreciación de la escritora Rebeca Perkins.